martes, 15 de marzo de 2011

Un tribunal no ve ensañamiento en 37 navajazos dados a una mujer

Asestar 37 cuchilladas a la pareja no es ensañamiento, según la Sala de lo Penal del Tribunal Superior de Justicia de Madrid, la misma que tramita el caso Gürtel. Por ello ha reducido de 17 a 12 años de cárcel la pena impuesta por un jurado popular a un hombre, tras descartar que el agresor causara "un sufrimiento innecesario" a la víctima y entender que lo ocurrido fue un homicidio y no asesinato.


La sentencia, ponencia del presidente del Tribunal, Francisco Vieira, cuenta con dos votos a favor y uno en contra del magistrado José Manuel Suárez Robledano, quien considera que el jurado no erró al certificar que los 37 navajazos que asestó Mustafá Said, argelino de 36 años, a su pareja, la nicaragüense Gina Monserrat Pérez Busto, de 34, constituyen un asesinato con la agravante de ensañamiento. Antes del crimen, Mustafá Said llamó por teléfono a un tío suyo y le dijo que iba a matar a su expareja. Consumado el hecho, intentó quitarse la vida propinándose dos puñaladas en el pecho y cortándose el cuello. No murió. Ella sí. Dejó tres hijos de entre 5 y 15 años.
El juicio se celebró en la Audiencia de Madrid. El jurado dictaminó que, tras una discusión entre ambos en casa de ella, el acusado le dio "diversas puñaladas en la cara, cuello, hemitórax izquierdo, dorso y en ambas extremidades, hasta un total de 37, que acabaron con su vida". Según el jurado, la mayoría las recibió cuando "agonizaba" y sin que fueran necesarias "para acabar con su vida, teniendo como única intención causarle a ella un sufrimiento desmedido".
El Código Penal indica que para que haya ensañamiento ha de haber, de forma inhumana y deliberada, un mayor dolor del que fuera necesario para matar.
El abogado del agresor apeló ante el Tribunal Superior de Madrid. La sentencia recoge jurisprudencia del Supremo para "descartar" la concurrencia de ensañamiento, y señala: "Efectivamente, el número de heridas de arma blanca que recibió la víctima (37, más el resto de lesiones: luxación en el codo, contusión fuerte en el mentón con perforación del labio superior por la dentadura, contusión en el occipital izquierdo y otros cortes y heridas) permiten deducir una gran intensidad en el acometimiento y una clara intención del acusado de acabar con la vida de la agredida". Pero de la reiteración de cuchilladas "no cabe deducir necesariamente que también tuviera como propósito incrementar su sufrimiento". Es decir, que la intención del agresor era "acabar con la vida de su compañera, por lo que parte de las lesiones anteriores a las mortales se debieron a la natural resistencia de ésta ante la agresión de que estaba siendo objeto".
Dos de las cuchilladas fueron muy profundas y afectaron a órganos vitales; el resto están en las manos y otras partes del cuerpo. El tribunal duda de que los navajazos "no mortales" se realizaran "con el propósito de incrementar el dolor de la víctima" y señala que el objetivo del agresor fue asegurarse el "terminar con la vida" de su pareja.
El magistrado discrepante, Suárez Robledano, entiende que sí hubo ensañamiento. Y se basa, entre otros argumentos, en los testimonios de los forenses, que indicaron: "Si quitamos las dos [cuchilladas] que penetran [en el cuerpo de la víctima], las otras no han afectado a órganos vitales y, por tanto, no han puesto en riesgo la vida...". Los forenses concluyeron "que, sin lugar a duda, la víctima se defendió y que las heridas producidas en las manos son típicas de defensa ante ataques de arma blanca".
El juez apela "al sentido común" para colegir que "las heridas de defensa no pueden ser posteriores a las que son mortales por necesidad". Afirma que "el acusado eligió un método y un arma especialmente doloroso y cruel". Y añade que esa crueldad no solo se aprecia en la "gran fuerza" con que esgrimió el arma y "en el dolor físico que producen esas 37 puñaladas", sino también en la "angustia y el sufrimiento psíquico" que ocasionó "al persistir en el ataque de forma consciente y deliberada mientras la sangre y el estado cada vez más déb
 il de la víctima se hacía manifiesto ante él".



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martes, 8 de marzo de 2011

Un hombre retiene, maltrata y abusa de su pareja en Granada.

Una extraña llamada de una mujer que reside en Tarragona sirvió a la Policía Local de Granada para detener el pasado miércoles a un hombre de 59 años, identificado con las iniciales J. B. M., acusado de agredir física y sexualmente a su pareja, que está embarazada de ocho meses. Supuestamente también la retuvo encerrada bajo llave dos días en la vivienda que ambos compartían.
Ella es rusa y él, iraquí. Se conocieron unos meses antes a través de Internet y decidieron convivir juntos en Granada, donde la mujer llevaba residiendo cuatro semanas. Lo que encontró a su llegada no era lo que había imaginado y se lo contó a sus padres, a los que les dijo que no estaba bien. Cuando estos tuvieron conocimiento de lo que ocurría, llamaron por teléfono desde Rusia pidiendo ayuda a una amiga de su hija que vive en Tarragona. Ella fue la que dio la voz de alarma.
En su llamada contó a los agentes que una amiga suya había sido "secuestrada" y estaba siendo víctima de malos tratos, según informó ayer un portavoz de la Policía Local. Los hechos tenían lugar en la calle padre Claret de la capital. Tras facilitar los datos se activó el protocolo específico para casos de violencia de género y varios funcionarios del grupo se desplazaron al lugar para comprobar la autenticidad de la alerta.
Con el propósito de no levantar sospechas, una agente se vistió de paisano y se hizo pasar ante el presunto agresor por asistente social para hablar con la víctima sobre un asunto de poca importancia relacionado con el área de Servicios Sociales del Ayuntamiento de Granada. Mientras tanto, dos policías uniformados se escondieron en el portal para actuar rápidamente en el caso de que fuera necesario.
Cuando el hombre abrió la puerta, la agente comprobó que la mujer estaba en un rincón de la casa y que parecía bastante asustada. El presunto agresor accedió a que saliera y sin estar él presente ambas mantuvieron durante unos minutos una conversación en la que la embarazada confirmó a la agente que en las últimas semanas había sido maltratada y agredida psicológica y sexualmente por su pareja.
Según le explicó, en una conversación en inglés de la que no se percató el iraquí, la encerró con llave en los últimos días después de que ella le manifestara su intención de dejar la vivienda. Le retiró el dinero y la documentación para evitar que se escapara y así la retuvo contra su voluntad en la casa durante las últimas 48 horas, según siempre el testimonio de la mujer rusa.
Como no tenían orden judicial, tras escuchar el relato, la Policía convenció al hombre para que saliera al rellano de la escalera, donde fue detenido por los agentes uniformados que se habían desplazado al lugar. La mujer fue trasladada al Hospital Materno Infantil de Granada para ser sometida a una revisión médica y el detenido fue trasladado a las dependencias del Cuerpo Nacional de Policía, donde prestó declaración. Está previsto que hoy pase a disposición judicial.




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